8 de agosto de 2015

De los Pares de Francia y sus batallitas

Barbara Tuchman
A distant mirror: the calamitous 14th century
(Un espejo distante: el calamitoso siglo XIV)

Random House, New York, 1987
784 páginas


Hace cosa de un año leí The guns of August, la magnífica descripción de la situación en Europa en el verano de 1914. Me encantó el tratamiento en profundidad y bastante equilibrado de cada contendiente, y sobre todo la prosa ágil y amena de la autora. Como devoto seguidor de libros de historia "popular" (quiérese decir: todo aquello con más texto que notas al pie), Barbara Tuchman pronto pasó a mi panteón de historiadores favoritos.

A distant mirror es una crónica del siglo XIV en Francia. Empezó el siglo como el país más poderoso de Europa, sobre todo el norte del país (Normandía, Picardía, Champaña): unas catedrales que todavía nos asombran, comercio floreciente, la universidad de París... y lo terminó con la mitad de población, el campo arrasado y las ciudades de capa caída. Las causas, además de la archiconocida Peste Negra, fueron la degeneración del sistema feudal y ese cataclismo que en uno u otro momento afligía a todos los países europeos: la minoría de edad de los reyes, que siempre se acababa traduciendo en interminables guerras civiles. Guerras de todos contra todos: la Guerra de los Cien Años, el interminable lío italiano, intervenciones en Alemania y en Castilla, alguna cruzada por eso del toque exótico... financiadas por los pobres campesinos. La especialidad francesa era perder las batallas campales (Crecy, Poitiers, Nicópolis) por la cabezonería de sus caballeros, empeñados en cargar lanza en ristre sin importar el terreno o la preparación del enemigo.
Cuando no había guerra tampoco había descanso, pues los nobles guerreros se dedicaban al saqueo y al expolio, dejándolo todo como un solar. Para más desconsuelo, todos acabaron en el infierno: tras el Cisma de Occidente, cada Papa había excomulgado a los seguidores del otro.

 Aquí, uno de los que trabajan, ilustrando el mes de diciembre.
Catedral de Chartres. Septiembre de 2013.

Para crear un hilo conductor, además de la estructura cronológica la autora se detiene en la biografía del barón de Coucy, Enguerrand VII, uno de los más destacados pares de Francia de la época. Otros protagonistas son los reyes de Francia (Carlos VI ¡el Loco!) e Inglaterra, los muy retorcidos Visconti de Milán (con representantes tan eximios como Gian Galeazzo), los duques de Borgoña, de Berry y de Anjou, siempre conspirando contra su propio rey, y mención especial a Carlos II el Malo de Navarra. Cómo tuvo que ser para destacar de esa manera entre tanta gentuza.

La mayor parte del libro está dedicada a las guerras, alianzas, traiciones, diplomacia sibilina, animaladas  y demás entretenimientos, aunque no se hace pesado gracias a lo bien que maneja Barbara Tuchman la narración, ágil y amena. Aunque las fuentes históricas hablan, por variar, de los ricos y poderosos, encuentra la forma de detenerse en la vida de la gente "sencilla": campesinos, artesanos y burgueses, y sus intentos de cambiar las cosas, reprimidos con un salvajismo frente al que los crímenes del ISIS parecen bromitas simpáticas. Encuentra sitio para describir las tendencias a largo plazo, de centralización del poder político y de desafección respecto a la Iglesia Católica, que tiempo después darán origen a la reforma protestante: por ejemplo, la influencia de John Wycliffe dejó el terreno preparado para, un siglo más tarde, la salida de Inglaterra del redil católico. También encuentra tiempo para los lujos, pompas y boatos de las ceremonias de aquellos muy cristianos príncipes, sin olvidar de dónde salían los dineros para pagar todo aquello.

Los reinos ibéricos sólo aparecen de forma periférica: lugares donde liarla cuando hay una guerra civil dinástica, tan de moda en la Baja Edad Media. La flota castellana, aliada de Francia, aparece dedicándose al robo y al pillaje de los puertos del sur de Inglaterra, y hace su aparición estelar el sin par Papa Luna, bueno, más bien antipapa. En descargo de nuestros antepasados, hay que decir que al convocarse una cruzada contra los almohades, el rey castellano mandó para casa a los caballeros franceses, pues el salvajismo de tan nobles señores era demasiado para lo que se estilaba por aquí.

 Un rey de Francia, en la catedral de Reims.
Septiembre de 2013.

A distant mirror es un libro recomendable para todo aquel interesado en la historia, no sólo la medieval, bien contada pero sin prescindir de cierto rigor. La estructura de la obra y las virtudes narrativas de la autora hacen que se lea casi como una buena novela: un caso casi paradigmático del prodesse et delectare a que todo autor debería aspirar. Requiere una buena inversión de tiempo, que las 700 páginas no se leen solas, por lo que no está de más saber que vale mucho la pena.

Si algún fan de fantasías medievaloides tipo Juego de Tronos o El Señor de los anillos cae por esta página, le recomiendo encarecidamente que lea este libro: tiene muchas más batallitas, peor gentuza (sí, peores que los orcos, que además no dejan de ser un trasunto de las clases proletarias) y para confirmar las campañas, asedios y fortalezas basta con darse un garbeo por Google Maps.
Ah, y si después de leer obras como esta todavía hay algún partidario de la monarquía que no sea por beneficiarse personal y directamente de ese momio, es que no ha entendido nada.