2 de noviembre de 2014

Memorias del pasado rural

Luis Landero
El balcón en invierno

Tusquets, Barcelona, 2014
248 páginas

Poniendo como excusa el comienzo fallido de una novela con el argumento típico de Landero, protagonizada por alguien madurito pero ingenuo, el autor escribe un libro de memorias en su lugar. Alterna capítulos de la vida de sus padres y de su primera infancia en una alquería cerca de Alburquerque, con otros sobre su adolescencia en Madrid, en el barrio de Prosperidad.

Este libro reúne dos de mis temas favoritos. El primero son las descripciones no idealizadas de la vida campesina, prácticamente desaparecida de Europa Occidental. Una vida carente de comodidades y de seguridad, en contacto con la Naturaleza, en la que la gente consume lo que produce y desconfía de la autoridad o de los mercaderes. Mi autor favorito en este ámbito es desde hace mucho tiempo John Berger; creo que El balcón en invierno contiene algunos capítulos preciosos.

 Nunca he estado en Alburquerque, así que pongo esta foto de Zafra,
tomada en octubre de 2014

El segundo tema que disfruto leyendo son las narraciones en primera persona -memorias más o menos noveladas- de la gran transición del campo a la ciudad que vivió la generación de mis padres y que cambió este país para siempre. Como ejemplo siempre recuerdo El jinete polaco, para mí la mejor novela de Antonio Muñoz Molina. Aquí prefiero autores españoles, porque parte de la gracia que le encuentro son los detalles propios de los años 60 y 70 en España, tan distinta del resto de Europa por aquella época, mientras que la vida campesina, salvando las diferencias de clima y geografía, era universalmente similar, cambiando las ovejas por vacas, llamas, yaks o lo que tocase.

El balcón en invierno desarrolla ambos temas y les pone personajes, el propio Landero y su familia, con la ternura y la comprensión que cabe esperar. Se hace muy corto; me habría gustado que dedicase más espacio a la vida de sus padres y a la suya propia, y que no lo terminase de forma tan abrupta. Si en lugar de doscientas páginas hubiera tenido cuatrocientas, me habría gustado más: en mi caso, eso es todo un elogio.





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