21 de junio de 2014

Castas extractivas y demás bienaventurados

Daron Acemoglu & James Robinson: Why Nations Fail: The Origins of Power, Prosperity and Poverty (Por qué fracasan las naciones: los orígenes del poder, la prosperidad y la pobreza)

Crown Publishing Group, New York, 2012.
544 páginas.

Últimamente cada vez caen más libros de política en este blog, qué le vamos a hacer. Con lo bonito que sería estar convencido de que nuestros amados próceres no hacen sino pensar en el bien común, dejándonos a los demás disfrutar del producto de nuestro trabajo en contenidos culturales de naturaleza escapista... pero no, parece que cada día que pasa nos atracan de forma más descarada. En esta situación, este libro viene que ni pintado.

La tesis principal es bien conocida, pues este libro estuvo muy de moda hace un par de años: lo que determina la prosperidad de un país son sus instituciones. No la geografía, riquezas agrícolas o mineras, o la cultura, sino que la forma de legislar, de gobernar, cobrar impuestos y administrar los bienes públicos sea “inclusiva”, permitiendo que la mayor parte de la población (idealmente, toda ella) pueda disfrutar del fruto de sus esfuerzos. Lo contrario es que el país sea víctima de “élites extractivas”, concepto que este libro puso muy de moda.

Una vez expuesta esta tesis y refutados algunos argumentos en contra, el resto del volumen son ejemplos y más ejemplos a favor. Se mete mucho con mi querido Jared Diamond (de “Guns, germs and steel”) en mi opinión de forma bastante injusta, ya que Diamond habla más del surgimiento de las primeras civilizaciones, mientras que Acemoglu y Robinson se ocupan de sociedades mucho más desarrolladas. Es como si hubieran buscado un ‘hombre de paja’ al que atizar a gusto.




El concepto de élite extractiva, llevado al máximo.
Enna (Sicilia), septiembre 2011.

La lista de países cuya evolución institucional se utiliza como ejemplo es larga: Austria, el Imperio Otomano, Rusia, Australia, Sudáfrica, el Congo… en algunos casos es interesante y se aprende algo nuevo. En los casos más conocidos por un servidor, no se pasa de la simplificación necesaria en el proceso de síntesis, y a veces se pasa. Un ejemplo: se menciona la mejora en el sistema fiscal inglés tras la revolución Gloriosa de 1688, y se contrapone a la rapiña que hacían los españoles en América. Pues bien, ni en los años que más plata llegaba del Perú y de Nueva España esto llegó a superar al botín que los Austrias extraían de sus desgraciados súbditos del Reino de Castilla, gracias a su bien engrasado sistema fiscal. Esta omisión ayuda a sostener la tesis principal del libro, y me hace sospechar que probablemente habrá muchas parecidas en otros de los países escogidos como ejemplo, cuya historia desconozco.


Para los autores, la historia de éxito con que comparan todas las demás es la historia de Inglaterra, cómo las revoluciones del siglo XVII llevaron a una monarquía parlamentaria en la que las principales fuerzas del país estaban bien representadas: un sistema inclusivo, en el que predominó la negociación sobre el enfrentamiento, y que fue capaz de dar cabida a las nuevas fuerzas económicas y sociales que surgieron durante la Revolución Industrial. Este modelo se extiende también a los asentamientos colonizados por población blanca: Estados Unidos, Canadá, Australia. 

Hay ejemplos clarísimos de cómo unas instituciones extractivas, dedicadas a sacar todo lo posible de los desdichados habitantes del país, son un freno para el progreso no sólo de las víctimas, sino del país en general. Las élites extractivas están tan interesadas en mantener el statu quo que prefieren prohibir avances económicos porque podrían poner en riesgo su posición dominante: por ejemplo, ahí tenemos al ultraconservador Fernando II de Austria haciendo todo lo posible para impedir la industrialización de su desgraciado imperio. La historia de España, que ponen como ilustración contrapuesta a Inglaterra (siendo Castilla e Inglaterra países no muy distintos en la Edad Media), es un perfecto ejemplo de lo que supone la rapiña por parte de quienes dominan el cotarro.

La principal conclusión tras leer el libro es que es tontería separar la economía de la política, y aquí lo dejan bien claro. En general hacen un buen trabajo apuntalando de forma convincente su Leitmotiv, y un servidor, que estos días ha asistido al esperpento de pasar como herencia, junto con otros 46 millones de súbditos, de un Borbón a otro, con el aplauso y justificaciones vergonzosas de toda la élite extractiva, no puede menos que sacar conclusiones muy aplicables al Reino de España, anno domini 2014. Aunque no lleguemos al extremo de la mayoría de países africanos o de América Latina, esto no es Suecia, ni siquiera Francia.


Why Nations Fail también tiene algunos defectos: muy reiterativo, repite las mismas conclusiones una y otra vez. Es demasiado anglocéntrico, evitando mencionar países que han llegado a instituciones más inclusivas que las británicas: puedo pensar que Holanda es un caso muy parecido al inglés (pero que se produjo antes y en plena guerra), pero que no se mencione a los países nórdicos, que pasaron de una sociedad casi feudal a tener las instituciones más inclusivas que conozco, es una omisión grave.