27 de diciembre de 2013

Libertad, refugio, escondite

Isaac Rosa
La habitación oscura

Seix Barral. Barcelona, 2013
256 páginas.


Tengo mucho respeto a Isaac Rosa desde que hace casi diez años leí su primera novela, El vano ayer. Una novela que ha ganado mucho con los años, sobre todo desde que la crisis económica dejó al aire las vergüenzas de este sistema político que padecemos, incluyendo su mito fundacional, esa Transición que cada vez huele más a reparto de botín y compra de voluntades, a costa de quienes ya sabemos. Además, estaba muy bien escrita.
Algo menos me gustan sus columnas en el diario.es, pero nunca he sido muy aficionado al género.

Un grupo de amigos alquila un local, para estudiar, hacer fiestas o para picadero, de todo hay. Deciden acondicionar un cuarto del sótano como habitación oscura, sellando la ventana, poniendo doble cortina en la puerta y eliminando la iluminación artificial. Como si quisieran montar un laboratorio fotográfico, pero con otro propósito: disponer de un lugar secreto donde poder reunirse en silencio, sin saber siquiera quién está dentro.

Por supuesto, como seres humanos que son, lo primero que se les ocurre es dedicarse al fornicio, anónimo y libre de todas las convenciones y complejos que nos atenazan. Son jóvenes y no van a desaprovechar una ocasión así de divertirse, pero también encuentran otra utilidad a la habitación: un lugar donde poder detenerse un rato a pensar o a descansar, sintiéndose libres.

 Madrid, junio de 2013

Los años pasan. Isaac Rosa utiliza unos recursos geniales para narrar el transcurrir de los años en las que para mí son las mejores páginas de la novela: los jóvenes protagonistas se hacen adultos, se emparejan, terminan los estudios, avanzan en sus trabajos, y eso se ve reflejado en dónde viven, qué muebles compran, dónde viajan en vacaciones, y en un contador que siempre va aumentando, el saldo de su cuenta corriente. Para muchos de ellos, la habitación oscura ya no es tanto un lugar de libertad como un refugio donde descansar de la vorágine diaria. Algunos sufren contratiempos o verdaderos dramas, pero el grupo sigue adelante, subiendo en la escala social, estableciéndose.

Al llegar a este punto, más o menos mediada la novela, el autor podría haber elegido seguir narrando la peripecia vital del grupo, reflejando los golpes de la vida, los estragos de los años y las decepciones, y creo que le habría quedado una muy buena obra, aplicable prácticamente a cualquier generación más o menos acomodada. Es una forma un tanto cruel de describir la peripecia vital de cualquiera, como un entomólogo que estudia una colonia de hormigas, pero no por ello menos apropiada: somos así, y eso no nos hace ni mejores ni peores. La vida como algo muy poco original cuyo final trágico nos llegará a todos.

Elige otro camino: cómo la catástrofe que comenzó en 2008 y que no sabemos cuándo ni cómo terminará vapulea a nuestros protagonistas. Cuando estalla la crisis, la ven llegar como turistas, espectadores interesados en ella y preocupados, pero que no creen que les vaya a afectar directamente. Son unas páginas geniales, que describen muy bien cómo la mayoría de los españoles hemos sido testigos inmóviles del desastre. Pero según se hunde el país, unos y otros van cayendo, en un momento de su ciclo vital en el que esperaban estar tranquilos y ya establecidos: la habitación oscura pasa a convertirse en un escondite donde escapar por unas horas de la crudeza de la realidad.

Como tampoco voy a contar el argumento completo, me detendré aquí. Quizá lo que hace de La habitación oscura una novela tan actual hará también que en unos años pierda algo de vigencia, no lo sé; lo cierto es que me ha parecido espléndida, y no sólo por el enfoque tan metafórico en torno a la habitación. El punto de vista del narrador, un "nosotros" muy apropiado, y el lenguaje rico pero ágil hacen que la lectura haya sido una delicia; y la crítica a su generación, que también es la mía, de gente decente pero pasiva, adaptados a un sistema que un día les falló, convierten a La habitación oscura en un libro a tener muy en cuenta. Si lo pensamos un poco, para cambiar ese comportamiento que nos ha traído tan lejos.

25 de diciembre de 2013

Ficción universitaria

Antonio Orejudo
Un momento de descanso
Tusquets, Barcelona, 2011
241 páginas

Hace mucho tiempo, un servidor, al que nunca faltó de nada (que todo hay que decirlo), disponía de un presupuesto muy reducido para actividades recreativo-culturales tales como juergas, conciertos, discos o lecturas. La compra de cualquier libro se llevaba a cabo solamente tras un concienzudo análisis, visita al concesionario, vuelta de prueba y lectura de prensa especializada, pues las dos o tres mil pesetas suponían una dentellada apreciable al presupuesto antes mencionado; por fortuna, estaba bien aconsejado, y mis escasas adquisiciones de aquella época siguen siendo de lo mejor de mi biblioteca personal.

Una de aquellas difíciles compras fue Fabulosas narraciones por historias, la primera novela de Antonio Orejudo. Me encantó ese tratamiento irreverente de las vacas sagradas de la generación del 27, y todavía recuerdo algunos versos del poema que el protagonista declama junto a la aparición de su tío, que no es otro que José María Pereda:

Oh tú, que los trabajos abominas,
vil chicharra...

Un momento de descanso es una novela breve, muy divertida, mitad "novela de campus" (en una pequeña universidad de Missouri), mitad investigación de la vida y milagros de un catedrático español republicano represaliado después de la guerra. Dos personajes principales: el propio Antonio Orejudo, filólogo reconvertido en novelista, y Arturo Cifuentes, también filólogo y profesor de universidad; tras terminar la carrera, ambos parten a Estados Unidos, donde tomarán rumbos muy distintos....

Madrid, junio de 2013

Trama ágil, repleta de grandes momentos, como por ejemplo el encuentro de Orejudo el personaje con el manuscrito del Poema de Mío Cid (este hombre no respeta nada) o el rodaje de un vídeo porno; o el gran hallazgo de traducir literalmente breves diálogos en inglés, en este plan:
Dice ¿es hoy su cumpleaños de él o de ella?
Digo no, ello no es
También contiene sus buenas reflexiones críticas sobre la dualidad humanidades/ciencias y la dura frontera entre  el análisis y la crítica de textos literarios y la verdadera creación literaria -me encanta el pasaje que comienza con "Para mí la única diferencia entre el 'Quijote' y 'El sabio Salamanquesa' era que el primero podía encontrarse en una biblioteca y el segundo no". No es buena idea practicar lo que predican muchos académicos.

Cualquiera que conozca esa ciénaga llamada "universidad española" esperará encontrarse una crítica despiadada a tan deplorable institución, y así es, salvaje pero graciosa y con estilo. Llega a afirmar, poniéndolo en boca de un personaje, que "es imposible escribir una novela sobre la universidad española, que sea elegante y además verosímil".


24 de diciembre de 2013

Epistemología aplicada

Ben Goldacre
Mala ciencia (Bad Science)
Paidós, Barcelona, 2011.
399 páginas.


Criado en el respeto al saber científico y poseedor de una sólida formación ingenieril (bueno, todo lo "sólida" que puede ser en una universidad española), desde hace tiempo sigo varios blogs y columnas que tratan de combatir la charlatanería, las medicinas alternativas y la tergiversación y abuso de métodos como la estadística por la prensa. Por ejemplo, Malaprensa, Mi Mesa Cojea, Dan's Data, y la extinta columna de Ben Goldacre en The Guardian, hoy en día posiblemente el mejor diario europeo. Ben Goldacre es un médico inglés que se lanza a la desigual batalla contra los presupuestos hinchados de curanderos New Age, homeópatas, celebridades televisivas y empresas farmacéuticas -sí, también ellas-. También publica un blog, aunque para mi gusto últimamente muy centrado en la promoción de sus libros. 

Durante mi última visita a la biblioteca de mi barrio -supongo que a los madrileños les importa poco lo mal servidos que están en este aspecto, comparados con ciudades mucho más pequeñas y pobres o con (¡gasp!) Barcelona -, estaba yo buscando cierto manual de psicología que no me quedará más remedio que comprar, cuando el brillante color rojo de un ejemplar de Mala ciencia capturó mi atención. Tengo que reconocerlo, amable lector: de esta exigente forma es como un servidor selecciona sus lecturas, según lo que más brille. Supuse que, habiendo seguido el blog del autor durante años, pocas novedades iba a encontrar, pero que siempre sería de utilidad la lectura de una obra mejor estructurada que una colección de columnas y artículos interneteros.

Ciencia casera: este es el típico "órgano" que extraemos por casa

"Mala ciencia" tiene toda la pinta de ser un refrito del material de la columna del mismo nombre en The Guardian, con capítulos mucho más extensos y trufada de citas bibliográficas para que el lector, aplicando lo aprendido en el texto, pueda acceder a las fuentes primarias y sacar sus propias conclusiones. Tiene capítulos muy buenos, como los dedicados a la homeopatía, el efecto placebo, la confusión interesada entre alimentación y medicina o el sensacionalismo en torno a la vacuna triple vírica, que ha llevado a muchos padres británicos (de tendencia crédula/gilipollas) a no vacunar a sus hijos, con consecuencias poco buenas.

Otros capítulos, demasiado centrados en desmontar fraudes mediáticos totalmente desconocidos fuera del Reino Unido, son mucho menos interesantes para el lector español, aunque siempre resulta útil el argumentario, aplicable a muchos cantamañanas locales.
El Leitmotiv del libro es, sin duda, estudiar la metodología para reconocer hechos y verdades, aislándolas de hipótesis sin contrastar, creencias, percepciones "intuitivas" y otros sesgos que nos mueven al error -o a creernos la última chorrada que publiquen en su periódico favorito o vomiten por cualquier canal de televisión-. Al haberlo escrito un médico de los que pasan consulta, y centrarse mucho en las noticias sobre ciencia que aparecen en los medios, casi todos los ejemplos y anécdotas versan sobre medicina, tratamientos y ensayos clínicos, que no dejan de ser un subconjunto de las ciencias aplicadas. Pero los razonamientos y la forma de analizar las noticias, y la publicidad camuflada como tales, se pueden aplicar sin mayor problema a otros ámbitos del conocimiento y la superchería. Se trata, por tanto, de una lectura de lo más recomendable.

Para terminar, un apunte sobre la edición: apostaría que la editorial pagó cuatro duros y dejó un plazo ridículo al pobre traductor para que la volcara al castellano, porque si no no se entiende que un ensayo escrito en lenguaje sencillo (Goldacre es muy didáctico en versión original) quede convertida en una sucesión de párrafos tan torpes, que suenan raro sin ser del todo incorrectos; o que se cuelen expresiones tan surrealistas como "un pequeño barrio metropolitano de Northampton". WTF?

7 de diciembre de 2013

Zapatero

Me encanta hablar de política, preferentemente con el codo bien apoyado en la barra del bar. Calculo que de cada diez cosas que digo nueve son sandeces y la décima no se me entiende por tener la boca llena de panchitos. Por tanto, me perdonarán si mantengo este pobre blog casto y puro, libre de tertulianadas. Esta entrada no tiene nada que ver con el que fue presidente del gobierno español entre 2004 y 2011.

El pico Zapatero es la mayor altura (2158 m) de la Sierra de la Paramera, al sur de la ciudad de Ávila. En dirección Este-Oeste, separa el Valle Amblés, por el que discurre el río Adaja antes de girar a la izquierda para encontrarse con el Duero, del valle del Alberche, que desemboca en el Tajo tras virar hacia el Sur. Lo de tener valles y cadenas montañosas en dirección transversal a todas las vías de comunicación de la provincia ha hecho maravillas para el desarrollo, vertebración, PIB per cápita y otras menudencias; los valles y montañas que falta por mencionar, o sea Gredos, el curso alto del Tormes y la Sierra de Ávila hacen lo mismo.

El mérito del Zapatero, además de no ser un volcán que sepulte a tan beata virtuosa ciudad entre vómitos de lava y cenizas, y de carecer de todo aprovechamiento económico (esquí, minería, trasgos... cualquier cosa valdría), es proporcionar a la ciudad de Ávila un skyline inconfundible, que los naturales de la ciudad recordamos en los raros momentos de añoralgias: véase la ilustración que acompaña.

El Zapatero es la montaña que queda más o menos en la vertical del cuarto torreón de la muralla, empezando a contar por la izquierda 

Como está cerca, y es sencillo subir, es un destino ideal para una excursioncita de las de pasear con mochila. Mucho mejor con tiempo fresco, que la ausencia total de sombra convierte la ruta veraniega en una penitencia.

Así que esta mañana nos metimos en el coche, recorrimos los 30 km hasta Sotalbo, pueblo bien dotado de maravillas que contemplar (el castro celta de Ulaca y el castillaco de Manqueospese, con su leyenda ñoña que omite la razón de los pleitos entre el garrulo señor feudal y sus amigos de Ávila). Dejamos el coche a la salida del pueblo, aunque si alguien se siente poco andarín puede ahorrarse unos kilómetros subiendo casi hasta el largo camino que recorre la Paramera por su vertiente Norte, entre los puertos de Menga y Navalmoral. De todas formas, es un camino agradable, así que invito a los amables lectores a que dejen su puto coche abajo y suban a pata, que es de lo que se trata.

A partir del camino Menga-Navalmoral antes citado había la nieve suficiente para tener que calzarse las polainas; no hizo falta usar crampones porque no se había formado capa de hielo. Unas raquetas habrían venido de perlas. La única parte de la ruta que requiere atención es encontrar la senda que sube al Zapatero desde el camino: los hitos de piedra son a veces difíciles de ver, aunque con la nieve basta con seguir las pisadas. Si se pierde el sendero, la ascensión se convierte en un suplicio de matorrales que pinchan, cortan y empalan, así que avisados van.

El mapa no es muy allá pero por lo menos se pueden ver los caminos recorridos. El pequeño bucle al iniciar la última parte de la subida fueron los momentos de gran risa hasta encontrar el sendero. Si alguien reclama el 'track' GPS, prometo enviárselo.

Datos medidos con el GPS:

  • Longitud de la ruta: 18 km
  • Tiempo caminando: 4h 58'
  • Tiempo parados: 2h 3'
  • Desnivel acumulado: 1050 metros



El perfil, el clásico de subir una montaña. La parte llana a mitad de la ascensión es un tramo del camino de Menga a Navalmoral.