17 de julio de 2011

Un clásico para la luna llena: subir hasta las Cabezas de Hierro

Al igual que esas fiestas populares de honda tradición milenaria que se remonta hasta los años 1980, cuando hago una cosa parecida tres veces queda convertida en un clásico. Consecuencia de la brevedad de la vida humana y la fragilidad de la memoria, sin duda.

Desde que descubrí la extraña belleza de las rutas nocturnas siempre que estén bien iluminadas -de ahí el detalle de la luna llena-, por no hablar del privilegio que supone escapar por unas horas del horno asfixiante en que se convierte la capital durante el largo estío, tengo muy bien marcados en el calendario los dos o tres fines de semana de luna llena del verano. Para hacer cosas como esta:

La ruta, vista en el Google Earth. Puedes hacer click en la imagen para ampliarla.

Es básicamente el mismo recorrido que hicimos hace dos años, aunque esta vez fue algo más accidentado: mucho más frío, más oscuro -ignorando la predicción meteorológica, un pelotón de nubes apostado en el norte se empeñó en ocultarnos el motivo de la excursión- y, sobre todo, mucho más ventoso. Además de obligarnos a ponernos toda la ropa que llevábamos, traernos las nubes y convertir ciertos tramos en francamente desagradables, el viento racheado del norte nos hizo tomar la decisión de dar media vuelta en la subida a la Cabeza de Hierro Mayor ante el peligro de perder el equilibrio al saltar de piedra en piedra.
También pusimos de nuestra parte, liándonos en un laberinto pedregoso al rodear la cumbre de la otra Cabeza de Hierro. No lo recordaba así de complicado, algo debimos de hacer mal.

De todas formas, ya nos había dado tiempo a andar un buen rato. Datos medidos con el GPS:
  • Distancia recorrida: 16 km
  • Tiempo en movimiento: 4h 26'
  • Tiempo parados: 1h 48'
Calcados a los de dos años atrás. Curioso que coincidan casi hasta el minuto.

El perfil de la etapa, casi 1000 metros de desnivel, demuestra que el cansancio que sentíamos al llegar al punto de salida no era del todo injustificado.

Algo que me gustaría saber es la causa de que mi fiel GPS para excursiones enloqueciera en el camino de vuelta, marcando 110 km en un zigzag sobre el mapa de verdadero delirio: como si hubiera estado en un helicóptero Apache bombardeando la Bola del Mundo desde todos los ángulos y aproximaciones posibles.

Visto el estado de la televisión en este país, quizá no sería tan mala idea.

1 comentario:

Jc dijo...

¡Que envidia de excursión!, lástima que no he podido ir este año, a ver si el próximo y mejor con una buena luna.