23 de julio de 2011

Rockin' the Casbah

Alistair Horne
A Savage War Of Peace.
Algeria 1954-1962



The New York Review of Books
New York 2006
608 páginas.
El libro en la web del editor




Ya no recuerdo por qué extraño vericueto me llegó la recomendación de comprar este libro. Lo cierto es que la idea me atrajo de inmediato: sabía muy poco de una guerra larga y atroz, fundamental para entender la historia moderna de dos países vecinos, no sólo Argelia, sino también Francia, y no meramente como potencia colonial incapaz de cambiar el rumbo de la Historia; fue una guerra fundamental para entender su política interior durante varias décadas.

Tras casi 600 páginas de texto y alguna que otra foto mal reproducida, puedo decir que ya sé un poquito más: las barbaridades de uno y otro bando, la estrategia extremista, pero exitosa del FLN y el callejón sin salida en que se metió la población europea, más de un millón de los llamados pieds noirs. También los vaivenes de la política francesa, la caída de la Cuarta República y el ascenso de De Gaulle, entre golpes de Estado y los simpáticos muchachos de la OAS.

Desde luego, la primera razón por la que me alegro de haber leído A Savage War Of Peace, y por la que recomiendo que otros lo hagan, es conocer qué pasó, los hechos militares, cuál fue la postura de unos y de otros, cómo los independentistas argelinos se hicieron con el control de la situación y qué causó que Francia terminase por abandonar un territorio que supuestamente era "tan francés como la Picardía o el Languedoc". La actuación de De Gaulle y sus predecesores, y el difícil juego político en la Argelia francesa y en la metrópoli, con un ejército bastante poco respetuoso con el poder civil, es también digna de emplear unas horas en tratar de comprenderla.

Una segunda lectura, y otra razón para recomendar el libro, está en la interpretación de las causas y comportamientos, y en su aplicación a otros conflictos no necesariamente parecidos. El bloqueo durante décadas por parte de los pieds noirs de cualquier iniciativa destinada a mejorar la situación de la mayoría musulmana; la estrategia de terrorismo salvaje -ratonnades y degollinas de la población civil- practicadas por unos y otros, cada uno a su estilo; las torturas por parte de la policía y el ejército; y, finalmente, el hecho de que cierto tipo de guerras no se ganan militarmente, sino en el campo de la opinión pública interior e internacional, son factores que tras su análisis permiten formarse una opinión y reflexionar sobre situaciones muy actuales.

Además de las salvajadas de unos y otros, me ha llamado mucho la atención el trágico destino del millón y pico de pieds noirs. Nacidos en Argelia y en su mayoría de clase trabajadora, por su intransigencia política primero, y más adelante por sus levantamientos y apoyo a golpes militares y terrorismo de ultraderecha, no hicieron sino impedir cualquier solución que no fuera la total independencia de Argelia, precipitándola ante el hartazgo de la mayoría de los franceses. Terminaron abandonando sus hogares y tierras, llegando a Francia como refugiados, y con suerte de hacerlo durante la mayor expansión económica de la historia reciente.

Barcelona, junio 2011

Alistair Horne pertenece al numeroso y respetado grupo de historiadores británicos, capaces de escribir libros lo bastante claros y amenos para que puedan ser disfrutados por el gran público, pero manteniendo un rigor y una imparcialidad bastante convincentes. A Savage War Of Peace, a pesar de su respetable tamaño, la minuciosidad con que trata los hechos, y la interminable galería de personajes que participaron en ellos, se digiere sin demasiado esfuerzo. El autor logra transmitir cómo era el ambiente en distintos lugares y clases sociales a lo largo de las sucesivas fases de la guerra, sin privarse de dar su opinión sobre muchos de las personas y organizaciones participantes: intolerancia, rebeldía, manipulación, chapuza... todo ello consigue crear un contexto alrededor de los hechos y decisiones que permite al lector entender mucho mejor los motivos y formas de actuar de unos y otros. En ese sentido, es un modelo a seguir a la hora de describir en detalle un conflicto tan complejo como fue la guerra de Argelia.

Tengo bastante claro qué libro voy a leer a continuación. Luego quizá relea este otro...

17 de julio de 2011

Fauna ibérica

Hace una semana salí al amanecer a dar una vuelta por los alrededores de la ciudad. Llevé conmigo una cámara compacta por si me encontraba algún mochuelo despistado -me encantan esos bichos-, pero en su lugar tropecé con esta animada familia.

Las fotos se pueden ampliar pinchando sobre ellas con el ratón. Sí, hoy va de roedores la cosa.

Vigilo, pero a la sombra

La Arcadia Feliz, versión con orejas largas

Animada conversación

Un clásico para la luna llena: subir hasta las Cabezas de Hierro

Al igual que esas fiestas populares de honda tradición milenaria que se remonta hasta los años 1980, cuando hago una cosa parecida tres veces queda convertida en un clásico. Consecuencia de la brevedad de la vida humana y la fragilidad de la memoria, sin duda.

Desde que descubrí la extraña belleza de las rutas nocturnas siempre que estén bien iluminadas -de ahí el detalle de la luna llena-, por no hablar del privilegio que supone escapar por unas horas del horno asfixiante en que se convierte la capital durante el largo estío, tengo muy bien marcados en el calendario los dos o tres fines de semana de luna llena del verano. Para hacer cosas como esta:

La ruta, vista en el Google Earth. Puedes hacer click en la imagen para ampliarla.

Es básicamente el mismo recorrido que hicimos hace dos años, aunque esta vez fue algo más accidentado: mucho más frío, más oscuro -ignorando la predicción meteorológica, un pelotón de nubes apostado en el norte se empeñó en ocultarnos el motivo de la excursión- y, sobre todo, mucho más ventoso. Además de obligarnos a ponernos toda la ropa que llevábamos, traernos las nubes y convertir ciertos tramos en francamente desagradables, el viento racheado del norte nos hizo tomar la decisión de dar media vuelta en la subida a la Cabeza de Hierro Mayor ante el peligro de perder el equilibrio al saltar de piedra en piedra.
También pusimos de nuestra parte, liándonos en un laberinto pedregoso al rodear la cumbre de la otra Cabeza de Hierro. No lo recordaba así de complicado, algo debimos de hacer mal.

De todas formas, ya nos había dado tiempo a andar un buen rato. Datos medidos con el GPS:
  • Distancia recorrida: 16 km
  • Tiempo en movimiento: 4h 26'
  • Tiempo parados: 1h 48'
Calcados a los de dos años atrás. Curioso que coincidan casi hasta el minuto.

El perfil de la etapa, casi 1000 metros de desnivel, demuestra que el cansancio que sentíamos al llegar al punto de salida no era del todo injustificado.

Algo que me gustaría saber es la causa de que mi fiel GPS para excursiones enloqueciera en el camino de vuelta, marcando 110 km en un zigzag sobre el mapa de verdadero delirio: como si hubiera estado en un helicóptero Apache bombardeando la Bola del Mundo desde todos los ángulos y aproximaciones posibles.

Visto el estado de la televisión en este país, quizá no sería tan mala idea.

5 de julio de 2011

Eugène Atget. El viejo París

Fundación Mapfre, sala Recoletos. Del 27 de Mayo al 27 de Agosto de 2011. Web de la exposición.

Curiosamente, la que probablemente sea la mejor exposición de fotografía ahora en Madrid ni siquiera está en Fotoespaña, que se está dedicando a apuntarse cualquier cosa que se muestre en una sala. Eugène Atget (1857-1927), fotógrafo presente en cualquier historia de este arte, de tremenda influencia a través de los surrealistas, fue sobre todo un fotógrafo documental, dedicándose a registrar los rincones y escenas de una ciudad que estaba desapareciendo, el París medieval, de callejones y patios, de carros y vendedores ambulantes. Todo, utilizando un armatoste poco apropiado para la fotografía callejera, una cámara de gran formato con placas de cristal.

La exposición de la fundación Mapfre, organizada por temas, cubre bien los temas trabajados por Atget: oficios, calles, interiores, ornamentos, vehículos, el Sena... Mis favoritos son los primeros: tabernas, callejas, portales, puestos del mercado. Una pena que, debido a la técnica empleada (larguísimas exposiciones) casi nunca aparezcan personas, salvo en los retratos de artesanos desempeñando sus oficios; claro está que fue esa forma de representar la ciudad, vacía de habitantes, lo que llamó la atención de los surrealistas e hizo que la fama de Atget haya llegado hasta hoy.

Entrada a la casa parroquial de la iglesia de Saint-Séverin, Rue de la Parcheminerie nº 12, distrito 5º. 1912.

Eugène Atget emplea un estilo directo, muy simple, huyendo de pictorialismos y bodegones costumbristas. Utilizando muy bien la composición, consigue que descubramos la belleza de cualquier rincón cochambroso; más aún, algunos solares y bosques de tejadillos y chimeneas son verdaderamente hermosos.