9 de mayo de 2010

Miquel Barceló. 1983-2009. La solitude organisative.

CaixaForum. Del 10 de febrero al 13 de junio de 2010. Web de la exposición.

Tanto tiempo leyendo opiniones, en su mayoría alabanzas, de uno de los artistas contemporáneos principales de nuestro país, y todavía no me había pasado por una exposición suya, por lo que entré cargado de ideas preconcebidas, tan cuidadosamente reflexionadas como
"si lo alaba El País Semanal, no puede ser bueno". Si además sumamos mis experiencias anteriores con el edificio, tan family-friendly que parece una guardería, con la diferencia que en la guardería suele haber alguien que manda callar a los niños, cosa que el padre gafapasta pasa de hacer, no prometía mucho la visita.

Miquel Barceló, "Retrato de John Berger". Aunque me temo que el color de la reproducción no se parece nada al original, queda la fuerza de la pintura.
Un artículo de Berger dedicado a Barceló (2005).

Mi primera impresión no hizo sino reforzar mis prejuicios: rodeado de chillidos de criaturas sobreexcitadas, me planté delante de un lienzo de gran tamaño, con manchas de colores cálidos sobre fondo verdoso, distribuidos sobre emplastos de material. No pude evitar que me recordase los murales de cerámica que decoran las oficinas de la caja de ahorros de mi provincia natal.

Menos mal que un poco de perseverancia por mi parte y los méritos de la exposición hicieron virar mis percepciones. Empecé a dejarme llevar solamente por la estética, el juego de colores y texturas -a veces incluso pliegues del lienzo- que tan bien domina Barceló, convirtiendo sus cuadros en algo similar a un bajorrelieve, aunque abstracto. No siempre las figuras pintadas se sincronizan con la distribución de bultos, lo cual permite una doble lectura, como si fueran las distintas capas de un mapa.

Entre unos bodegones que me seguían pareciendo demasiado triviales, encontré una serie de lienzos de gran formato que francamente me gustan: aquellos que parecen mapas de un desierto, o de otro planeta. Podría pasarme horas contemplando la distribución de formas, absorbiendo las sensaciones de inmensidad y desolación que me transmiten; especialmente frente a mi favorito, "Arajatabla", un extraño mural pintado sobre papel de periódico formando pliegues, lleno de retorcidas formas orgánicas que inspiran un hipotético fondo marino.

A partir de ese momento, había quedado convertido a la causa de Barceló. Según pasaba de sala en sala, una vez empapado de la forma de ver el mundo del artista, lo que veía me atraía cada vez más: las esculturas en forma de cráneo modificado, las acuarelas de su etapa africana, y sobre todo esa soberbia galería de retratos: genial el de John Berger, por mencionar uno del que conozco al retratado. Para culminar en el gorila condenado a vegetar, acojonado, en el rincón de "La soledad organizativa".
Pocas veces he sacado tanto partido a una exposición de un artista tan conocido. Ojalá haya muchas más ocasiones así.

Miquel Barceló, "La solitude organisative", 2008.

1 comentario:

David dijo...

Ví la expo hace unos meses, al poco de inagurarla, y me gustó mucho. Personalmente, me parece que Barceló es uno de esos artistas contemporaneos que valen lo que cuestan, que no es frecuente. Me encantan las texturas que usa, y que parece que le da un poco igual ser muy poco consistente en la producción.
Mis favoritos: El cuadro enorme de fondo azul claro con tomates, y los cuadros blancos, con sombras de piedras, charcas y palos.
Gracias por recordámela.