30 de julio de 2008

De noche por el GR-10, ruta de "Los Pinares Llanos"

Recorrido por el sendero de Gran Recorrido GR-10, límite entre Madrid y Castilla y León (Segovia y Ávila), partiendo del Puerto de Guadarrama, también llamado "del León" por un pobre bicho de piedra colocado en una isla de tráfico y que ve pasar a los camiones muy cerca.

5 kms por pista forestal apta para coches, después por el GR-10, que es una senda muy claramente marcada. Al principio, desde el collado de la Mina no sigue exactamente la divisoria de vertientes, sino que discurre unos metros por debajo, en la vertiente abulense. 

Ruta seguida (ida y vuelta), superpuesta al mapa topográfico 1:50000, hoja de Cercedilla

Senda ideal para el tiempo frío (aunque incómoda si hace viento, es muy expuesta), también resulta muy practicable por la noche, aunque no haya luna llena, pues la claridad de Madrid y alrededores es suficiente para iluminarla. Las vistas, increíbles.

Esta ampliación, superpuesta a la imagen de satélite, da una idea de lo que supone no encontrar el camino a la primera, de noche y por un pinar lleno de una vegetación muy espinosa, ideal para el pantalón corto.

Perdidos en el bosque. La línea más a la izquierda debería superponerse al camino, o bien el GPS escoraba la medida o la foto de satélite del Google Earth no está perfectamente calibrado.

Datos medidos con el GPS:
  • Distancia recorrida: 18,05 Km
  • Tiempo en movimiento: 4h 34'
  • Tiempo parados: 2h 48'
Perfil muy cómodo, sin grandes cuestas. Con tiempo y ganas, se podrían hacer muchos kilómetros, hasta acercarnos al Pozo de la Nieve y a El Escorial.

Barranc de l'Infern o "La catedral del senderismo"

Cerca de Denia está la Vall de Laguar, un mundo al revés en el que los pueblos, rodeados de huertas y frutales, ocupan las alturas y las dificultades se abren hacia abajo, en unos barrancos tan profundos que se dirían cañones.


Para experimentarlo en mis propias carnes, nada mejor que seguir la senda PR-147, una ruta circular que desciende tres veces al fondo del barranco, para subir hasta la siguiente altura, construyendo un perfil que parece una etapa alpina del Tour. Tanto, que por Alicante es conocida como "La catedral del senderismo" (la página que enlazo contiene un PDF con una inmejorable descripción de la ruta). Indicada para días frescos, tuvimos la gran suerte de que una capa de nubes tuvo la deferencia de protegernos del sol de Julio.

Datos medidos con el GPS:
  • Distancia recorrida: 12.8 km
  • Tiempo en movimiento: 3h 36'
  • Tiempo parados: 2h 04'


Plano de la ruta. Recorrido captado con el GPS y superpuesto al Google Earth, click para ampliar.

Y por último, el famoso y temido perfil:

Más de 800 metros de desnivel acumulado. El primer tramo es el más duro, y el segundo, el más espectacular.

28 de julio de 2008

Subida nocturna al Montgó

El Montgó es una montaña litoral que surge de repente, separando Denia de Jávea y formando de propina el cabo de San Antonio. Incendio tras incendio la han ido dejando pelada, lo cual aconseja subir en una época del año en la que el sol apriete poco... la noche, por ejemplo.


La excursión consistió en dejar el coche en Les Rotes, donde termina la carretera que desde Denia bordea la costa, subir poco a poco por la meseta litoral, y, cuando no quedaba más remedio, ascender por el sendero PR ("Pequeño Recorrido") que magníficamente señalizado ataca el Montgó por la cara que mira al mar, en una subida que se las trae. El principal problema fue el viento, que amenazaba con desequilibrar al caminante y lanzarlo al abismo.

Tras dormir en la cumbre (750 metros), descenso por el mismo camino, con una pequeña desviación al final para visitar la Cova Tallá, una cueva que se abre hacia el mar, dentro de un acantilado. 

Recorrido, registrado con el GPS y superpuesto al Google Earth. Pulsar en la imagen para verlo en un tamaño decente.

El perfil deja claro lo que supone salir desde el nivel del mar: la altitud se convierte en desnivel. Y eso es duro.

Perfil de la jornada: los 750 m del Montgó

Como ilustración, un pálido reflejo de la sensación de ver amanecer desde lo alto. Una vez maravillados y asombrados, seguimos durmiendo un buen rato más, todo sea dicho.


Amanecer desde el Montgó. Pulsa en la imagen para verla en un tamaño decente, con las islas de Ibiza y Formentera

12 de julio de 2008

Revistas

Últimamente leo muchos menos libros que antes. La causa, mi descubrimiento en primer lugar de que existen revistas muy buenas allá por el ancho mundo, y en segundo lugar, de que el precio de la suscripción es sorprendente bajo, inferior a comprar el periódico los domingos y cargar con todos esos suplementos que van directamente a la basura. Ignoro el motivo, pues supongo que en todos los países las revistas se financian sobre todo con publicidad, pero me alegra poder aprovecharme de la globalización de esta manera.


Voy a repasar brevemente las revistas a las que me he suscrito:

Semanario "de actualidad", sigue a la perfección el pensamiento dominante que toque. Estuve suscrito un par de años en un pasado remoto en el que no había Internet y a mi ciudad no llegaba prensa extranjera, y además había que aprender inglés.
Incluso para un adolescente, había cosas que chirriaban demasiado. Todavía recuerdo esos maravillosos gráficos desplegables donde comparaba el modesto ejército USA con la poderosa maquinaria destructiva de Saddam Hussein... primera guerra del Golfo.

No hace mucho tiempo llegó a mi buzón una buena oferta, y me suscribí a este semanario inglés, que alguna vez había comprado en el kiosko. En cuanto a información política internacional y económica, no creo que haya ningún periódico que le pueda hacer sombra. No soy un experto en esto, pero probablemente tenga los artículos mejor escritos de cualquier periódico en inglés; desde luego, son mucho mejores que los de otras publicaciones que suelo leer. Un estilo muy elegante que demuestra un cuidado exquisito: me gustaría ver el número de borradores que son rechazados para llegar a ese resultado. Aderezado con una ironía de lo más británica, aunque suene a tópico.
Entre otros aciertos, The Economist deja bien clara su línea editorial: fundado en 1843 por un sombrerero escocés para luchar contra el proteccionismo, la defensa del libre mercado sigue siendo su principio guía. Sabiéndolo, es posible anticipar esa deriva ideológica en muchos de sus análisis, con lo que el lector no se llevará a engaño; de todas formas, no se trata de obediencia ciega a una consigna, sino que suelen dejar claro el proceso argumentativo que les lleva a una conclusión, por lo que el lector siempre puede validarlo y aceptar o rechazar el resultado. En mi caso, acostumbrado a las verdades reveladas con que suele funcionar la prensa española, ha supuesto todo un descubrimiento.
Un ejemplo claro de calidad es el tratamiento de la información científica y técnica. Comparado con el sensacionalismo, las inexactitudes y las conclusiones absurdas que solemos ver por aquí, y que evidencian la mala preparación de muchos periodistas (¿pero por qué no preguntan lo que no saben?), The Economist, además de dedicarle bastante espacio -por ejemplo, el Technology Quarterly, un suplemento trimestral-, produce unos artículos bien investigados y a veces sorprendentemente actuales, algo que puedo verificar cuando escribe sobre el área en que me muevo profesionalmente.
Tras un par de años como suscriptor, lo dejé correr simplemente porque no tenía tiempo para absorber tanta información y porque, la verdad, no es imprescindible saber quién gobierna en todos los rincones del planeta. Eso sí, frecuentemente entro en la edición electrónica, que recientemente incorporó todo el contenido de la edición impresa, y leo algunos artículos.


Madrid, diciembre de 2006

Cuando decidí ser infiel a The Economist, busqué una sustituta que me diese lo que a ésta le faltaba: menor periodicidad, para no convertir su lectura en una especie de pluriempleo, y una postura ideológica algo más a la izquierda, para descontaminarme un poco de tanto libre mercado. Me hablaron de esta revista, mensual, estandarte de los intelectuales que en Estados Unidos llaman 'liberales' y que aquí habría que llamar "izquierdosos", o sea liberales en lo social, pero mucho menos en lo económico. La publica una fundación sin ánimo de lucro, para liberarse así del capricho de los lectores y la tiranía de los anunciantes.
Al principio me gustaba a medias. Una edición de lujo, parece hecha para almacenarla con reverencia, y algunas secciones muy interesantes, como "Harper's Index", una colección de cifras que describen aspectos sorprendentes de nuestro mundo. Copio un ejemplo:

Number of Iraquis who receive regular payments from the U.S. government in exchange for not fighting: 91,600

(número de iraquíes que reciben pagos periódicos del gobierno USA a cambio de no luchar)

Pero al pasar los meses, cada vez estoy más cansado. Constantemente hace referencia a una remota Edad de Oro desde la que la política y las costumbres no han hecho más que empeorar, los editoriales parecen sermones, y la mayoría de los artículos tienen un sesgo ideológico demasiado marcado para mi gusto. Y muy poco sentido del humor. Además, muchos de ellos no me interesan lo más mínimo: en la de este mes, las once páginas de letra apretada dedicada a las repercusiones de los derechos de los homosexuales en la iglesia anglicana americana se quedaron sin leer.

Así que, por muy barata que salga, no renovaré la suscripción.


The New Yorker

Aquí es donde se me van la mayor parte de las horas dedicadas a la lectura no relacionada con el trabajo (o, últimamente, con la fotografía). Una revista legendaria, fundada en 1925 y donde han publicado muchos de los grandes escritores americanos contemporáneos: Nabokov, Capote, Salinger, Updike, Carver, y tantos otros. Se publica semanalmente, y, salvo un par de páginas, no dedica ningún espacio a la actualidad: quitando una sección sobre lo que se puede ver y hacer en Nueva York, que viviendo tan lejos no me interesa demasiado, casi todo el espacio está dedicado a grandes reportajes, de esos que cualquier periodista sueña con hacer: le dan varios meses para investigar, viajar, entrevistar, redactar y corregir, y páginas suficientes para desarrollarlo bien y ganar el Pulitzer. Por supuesto, el resultado suele ser excelente, y un gozo leerlo. 

Siempre incluyen un relato breve (salvo obviamente el número especial dedicado a la ficción), algún poema, y una sección al final con críticas de literatura, teatro, música y cine. Casi todas las ilustraciones son viñetas: los chistes del New Yorker son un clásico en sí mismo.


Creo que seguiré suscrito al New Yorker durante una larga temporada: no estoy acostumbrado a algo tan exquisito, y la vuelta a la realidad local suele ser dura, pero qué le vamos a hacer.

1 de julio de 2008

Bombilla de bajo consumo

Esto que vemos aquí es el "balasto electrónico" de una bombilla, construida retorciendo un tubo fluorescente y embutiéndolo en un casquillo (tendría su mérito hacerlo así). Hace dos cosas: aumenta el voltaje de entrada, y, sobre todo, multiplica la frecuencia de la corriente alterna, típicamente hasta los 10.000 Hz, eliminando el parpadeo de los tubos fluorescentes y colocando a la bombilla en una zona tensión/frecuencia de mucho mayor rendimiento luminoso, debido a las propiedades de ionización del gas.

También limita la corriente, por eso de impedir la rápida autodestrucción del aparato.

Balasto electrónico de una lámpara de unos 13 w, de marca blanca de supermercado y probablemente fabricada por minuciosos artesanos orientales. Los cables blancos estaban soldados al casquillo, y los alambres que salen a la derecha son los electrodos de los tubos.

El resto de piezas de tan útil aparato terminaron dibujando bonitas sombras.