26 de mayo de 2008

Hay que proteger la riqueza

Algo ilustrado a la perfección por esta fotografía, tomada en un lugar desolado pero habitado desde antiguo. Está llena de canteras artesanales donde seguramente hay que cuidarse más del vandalismo que del robo, todo un monumento al trabajo duro de verdad.

Cantera artesanal. Las Cogotas, mayo 2008.

Castro celta. Las Cogotas, mayo 2008.

Al lado del antiguo castro ha aparecido ahora otra imponente fortaleza. No ha cambiado tanto lo que se necesita defender.

Presa de Las Cogotas, mayo 2008.

21 de mayo de 2008

Imitando a Philip Lorca DiCorcia

Un flash activado remotamente ilumina a un transeúnte, destacándolo y aislándolo de la multitud anónima y oscura.

Sábado de lluvia en la Gran Vía, Madrid, 2008.

18 de mayo de 2008

Procrastination

Palabra inglesa que describe el concepto universal "dejar para mañana lo que se puede hacer hoy". Aunque procede del latín procrastinare, el idioma castellano carece de un vocablo que lo defina, quizá por ser un concepto tan ajeno a nuestra naturaleza laboriosa y responsable.
La revista online Slate publica un número especial dedicado a este vicio.
Disfrútenlo, en lugar de emplear su tiempo en actividades que aumenten el PIB del país... que para eso es domingo.

12 de mayo de 2008

MAXImin

Fundación Juan March. Del 8 de febrero al 25 de mayo de 2008.
web de la exposición


Me gusta pasearme por museos de arte contemporáneo y ver objetos hermosos. Como las colecciones suelen estar dispuestas en orden cronológico, siempre comienzan por lo más asequible: impresionismo, cubismo, surrealismo, expresionismo (lo que se ha dado en llamar "la modernidad clásica": movimientos aunque no exactamente asequibles, sí asumibles tras haber leído cuatro cosas. A partir de la Segunda Guerra Mundial es cuando llega el delirio: expresionismo abstracto, simbolismo abstracto, informalismo, Op Art, post-modernismo, Pop Art, arte conceptual... el museo se ve asaltado por obras de colores brillantes y formas sencillas, o galimatías inextricables, o fotocopias de cualquier cosa sacada del supermercado. Normalmente, cuando llego a esta parte estoy ya cansado, he dedicado un par de horas a admirar a mis ídolos y la capacidad de concentración, el dolor de pies y lo avanzado de la hora hacen que pase a toda velocidad, así que raramente me detengo ante obras de ninguno de mis contemporáneos. La costumbre de que todo se llame "sin título" tampoco ayuda, la verdad.

La Fundación Juan March ha organizado una exposición centrada precisamente en esta laguna de mi educación artística: un recorrido por movimientos abstractos (Arte Concreto, Zero, Arte Conceptual, Constructivismo, Minimalismo) con orígenes comunes, a principios del siglo XX, en la Academia de Stuttgart, en la Bauhaus y en el constructivismo soviético. Como hilo conductor, el método: reducir al máximo los elementos de la obra. Aunque no se limita al minimalismo, tiene por supuesto una presencia muy importante.
Muy interesante, es una buena oportunidad para contemplar, de una forma muy didáctica, todas estas tendencias, probablemente más presentes en galerías de arte que en museos. Merece la pena destacar el folleto-guía de la exposición, que más bien podría llamarse mini-catálogo.

Heimo Zobernig. Sin título, 1999

¿Me ha gustado lo que he visto? Me faltan criterios para juzgarlo. Muchas de las obras me resultan agradables estéticamente (colores, formas, composición), pero llegados a ese nivel de abstracción, a menudo soy incapaz de deducir qué quiere transmitir el artista. Pero eso sí, es una forma muy agradable de pasar un par de horas una mañana de vacaciones.

11 de mayo de 2008

Lars y una chica de verdad


"Lars and the real girl"
Dirección: Craig Gillespie
USA, 2007. 106 minutos

Al más puro estilo de las películas bondadosas de Frank Capra, todos los habitantes de un pueblo perdido en las Grandes Llanuras (y descendientes de suecos, a deducir de los nombres) se unen para ayudar a Lars a sobrellevar su chaladura, integrando a su novia en todas las actividades de la comunidad: trabajo, fiestas y hasta religión. Que la novia sea una versión de calidad de la clásica muñeca hinchable es el toque que lo convierte en comedia; eso sí, manteniendo una sobriedad muy de agradecer que respeta a la historia, a los personajes y, sobre todo, al público.

Como no podía ser de otra forma, está llena de personajes entrañables, como Dagmar, la doctora más paciente del planeta, y situaciones que peor dirigidas la habrían descarrilado, llevándola hacia lo peor que le puede suceder a una comedia, que es llenar al espectador de sentimientos de vergüenza ajena -un efecto muy común, por otra parte-. No hay risas baratas, y sí un control muy cuidado.

Me encanta la escena en que Lars, en un hermoso momento de felicidad conyugal, lee en voz alta a su amada una página de Don Quijote: no es otro el modelo que sigue esta historia.

Cita del mes

De "The Last Verse", un artículo sobre los esfuerzos para preservar parte de la rica tradición musical de los Apalaches, aparecido en el número del 28 de abril de la revista New Yorker.

He'd taped one old singer (...) shortly before she was sent to prison, at the age of eighty-two, for dealing marijuana. "That jury'll never convict me," she reportedly said. "I've sold moonshine to half of 'em and fucked the rest."




10 de mayo de 2008

Historia del siglo XX

De todo lo reseñado en mi intento de sitio estático, lo más popular con diferencia es la "Historia del siglo XX", del historiador británico Eric Hobsbawm. Disfruté tanto con este libro, que a continuación pasé a devorar todos los libros del mismo autor a los que tuve acceso; no fueron pocos.
Para que los lectores puedan participar mediante comentarios, reproduzco aquí la entrada, publicada originalmente el 1/6/2002.


Eric Hobsbawm

Historia del siglo XX (Age of Extremes. The short Twentieth Century 1914-1991)

Editorial Crítica.
Barcelona, 1998.
(1ª edición, 1995). 610 páginas.


Eric Hobsbawm es un historiador inglés de origen alemán, nacido a principios de siglo, por lo que fue testigo de buena parte de los acontecimientos que describe. Según sus propias palabras, está especializado en el siglo XIX; ha escrito una trilogía sobre ese siglo, compuesta de: “La Era de la Revolución”, “La Era del Capital” y “La Era del Imperio”. El libro que nos ocupa, titulado en inglés “La Era de los Extremos”, sería una continuación de los tres anteriores.


Hobsbawm es partidario de no ceñirse demasiado a fechas tan arbitrarias como el principio o fin de un siglo para definir las épocas históricas. Para él, al igual que el S. XIX es un siglo 'largo', pues comienza en 1789 y no termina hasta 1914, el S. XX es un siglo corto, de 1914 hasta 1991. Lo divide también en tres períodos: la era de las catástrofes (1914-1945), la edad de oro (1945-1973) y el derrumbamiento (1973-1991). Más que en guerras o acontecimientos aislados, el autor se detiene a analizar los procesos que caracterizan a cada periodo, y cómo se enlazan con los de épocas anteriores y posteriores.

Eric Hobsbawn ha estado siempre catalogado como historiador de izquierdas, y hace 30 o 40 años probablemente lo estaba como “abiertamente marxista”. Basta con leer sus ensayos sobre movimientos revolucionarios. Sin embargo, es capaz de mantener una distancia crítica suficiente para analizar los hechos sin demasiadas ideas preconcebidas. Para el autor, mientras que el siglo XIX, pese a todos sus defectos, fue un periodo de progreso, el XX supuso, desde sus comienzos, el truncamiento de una etapa de avances en la humanidad iniciada como mínimo en el siglo XVIII; pues el progreso no puede limitarse tan sólo a lo científico y técnico, sino que debe corresponderse con mejoras éticas y sociales. El siglo que descubrió los totalitarismos, la guerra total, genocidios y bombas atómicas, entre otras cosas, deja mucho que desear. Hobsbawm lo ilustra continuamente con ejemplos: basta con comparar las reacciones que suscitaba en la prensa occidental una matanza de 10 personas en la Rusia de los zares con lo que vemos a diario en Palestina, para concluir que, en cuanto a los valores fundamentales, hemos empeorado gravemente.


Por supuesto, un libro de 600 páginas no se puede limitar a desarrollar esta tesis, sino que hace un recorrido bastante completo sobre los movimientos políticos, culturales, económicos y científicos fundamentales del siglo, de los cuales quizá el más importante haya sido la enorme transformación provocada por el desarrollo económico de los años 50 y 60: por primera vez desde el Neolítico, la mayor parte de la población mundial vive en ciudades y de actividades que poco tienen que ver con la agricultura y la ganadería.


Una diferencia positiva de este libro sobre los cientos de libros escritos sobre el siglo recientemente concluido es el cuidado puesto en la forma: a diferencia de otros muchos historiadores, Hobsbawm sostiene que la forma es importantísima, aunque se trate de un libro de historia; este libro es buen ejemplo de ello. Se lee como si fuera una novela; exposiciones ordenadas, con numerosos ejemplos de la vida cotidiana e incluso anécdotas personales del autor: una persona que vivía en Berlín cuando Hitler se hizo con el gobierno, que estudió en Cambridge a la vez que Turing, Watson y Crick y que ha conocido personalmente a muchos líderes guerrilleros de América Latina, tiene mucho que contar. Los comentarios de índole personal no tienen desperdicio.



Hortaliza, abril de 2008

Esta “Historia del siglo XX” se ha convertido en uno de los libros fundamentales de mi biblioteca; de los pocos que he leído varias veces y que sin duda volveré a releer en el futuro. Entre mis capítulos favoritos están el de la Gran Depresión de 1929 (quizá por la situación económica actual) y el dedicado a la ciencia y a la técnica del siglo. Pocas veces he encontrado en una obra de historia, una de las ciencias sociales al fin y al cabo, un análisis tan lúcido y tan bien fundamentado de materias que en principio le son ajenas.


El libro concluye con una reflexión sobre los desafíos a que nos enfrentamos en esta época de total incertidumbre: la explosión demográfica, que no tiene visos de remitir, y la destrucción de los recursos naturales son los más graves a largo plazo, pero tampoco podemos olvidarnos de la incapacidad de amortiguar los efectos de los ciclos económicos, del abandono de los usos democráticos en buena parte del mundo, y de la pérdida de puestos de trabajo por los avances técnicos, que no se llegan a recuperar.


Me gustaría ser más optimista que él, pero no puedo. Carpe diem.